lunes, 5 de octubre de 2009

C A N C I Ó N … (de cuna sin Luna)


La brevedad del ocio – todavía no inclina
el ataúd del odio en la balanza
.”

En tus ojos se escabullen
presurosas las constelaciones. Remotos, fingimos
un dolor que nos apresa cada vez más. Hija mía, hermana
de la desolación, dime dónde resides al caer el sol,
dónde pudiera placear tu nombre. ¿Dónde, en mí,
en tu apoteosis? ¿Quién circunscribe
la levedad que nos ampara?
( Dónde se encuentra tu plenitud )
Seamos la llama, la gran perpetuidad del azul
que se conjuga en tu rostro
al ser la gota
que desvanece el dique.

Profunda, la mar se levanta. Difusa, la luz
desliza tus párpados al danzar.
Mi baile se regodea de ti, mis ámbares
sueñan
convertirse en un
fenómeno sobrenatural
para tu sien. Diamantes, de agua y ceniza,
son el reflejo –la sal– que escurre
atravesándonos lentamente. De pronto
surge un Delfín
para cundir el canto
de la inquietud
con su voz:
¿qué nos depara
la noche circunfleja?
–Querida–


Pero ahora di dónde, o dime quién fui,
la última noche que pasé en oriente
( Y digo: cielo ––Adieu, ma fille! )
“Descanse en paz.”


.

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