viernes, 30 de octubre de 2009

Y A LOS TRES DÍAS RESUCITARÉ

Callaba la tierra y gané
sus más altos laureles.
Mi carne se fue volando a
los rumbos del no comprendo;
mi cuerpo se fue gimiendo
al árido entender
de mi retrato sin ojos.

No quiero decir que no quiero, ni pretendo
mirarme apesadumbrado / en la inquietud.

Soy ciego avivar, azuzado
y revoltoso, pues son
un regimiento mis sentimientos
tan plenamente plagados
de la sangre que escurre
bajo las órbitas
de mi Cruz.

¡Qué miedo! Dijo al despertar…
¿Qué miedo? Respondí: no puedo verter
en ti
lo que solemos condonar / en el espacio
más o menos inexistente, como aquel
como quien vive
tan lleno y tan
colosalmente
con los meniscos de mi aversión.

Son dos los reflejos que tengo
sumidos en la impiedad del noble llanto,
cuando lo eterno peca de amargo,
cuando lo inhibo y no le dejo continuar.

De arena y sal me complemento, de sol bañado en
chispitas color marrón.

Y rimo deses-
perado que el cielo
me ha arrebatado la plenitud
(como una llaga inigual que en el pecho
cargado de espinas le deja)
un fiero color
lapislázuli.


...

domingo, 25 de octubre de 2009

EL ÚLTIMO POEMA

Fraguado en octubre con una leve mancha imperdonable
el poema nos transgrede hasta la raíz
de la órbita lejana que recorre el
espacio
de tus caderas.

Su mancha es plenitud impalpable
como los escritos
de los que fuimos víctimas la noche del 26 de agosto.
Pero ese poema inefable es incapaz de consolarnos
ni siquiera claudica su propia avenencia,
cuando compete al vuelo de los pájaros
lleno de arrojos subrepticios
y deshilados brotes
de azúcar consumada
en los inicios de la palabra amor.
Es amplio, no se anda con triquiñuelas
y tiene abigarrado un ensalce en el corazón.

El poema, digámoslo, carece de sentido.
Su luna es otra luna diferente a la que llueve
y algún mecenas –herético– le impele a
los intersticios de luz
a la que alguna vez nos dirigimos
antes de alcanzar
la soltura irrepetible de la noche.

El poema no tiene nombre ni quiere existir
a menos que consiga bendecirnos en
el reino en que los hombres
se vaticinan a sí mismos,
hartos de la finura del Ser
con esos aires de ambigüedad.

El poema no lo cree pero en realidad
es hijo de Dios, coincide consigo y desfallece
al ser pronunciado.

Mas quiere confabularnos en la impiedad
que significa querer antes que andar
como la oruga que avanza al mar
y abandona su capullo en la madera.

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lunes, 19 de octubre de 2009

ACERTIJO

Preceptivo y estridente / sonido
de repente nos azuza
con el glorioso zumbido de la muerte.


Hay de moras dulces. Quizá también
honores sin honor. Hay elocuentes gritos
que tornan infames sobre la noche abrupta.
Hay premios que son de fuego / y queman
como la luz intermitente de la luna.

Hay dolores incesantes
que alumbran como un haz en tu balcón.
Hay cegueras, flores y figuras
que son el agua y la sal para esta tierra.
Finalmente, hay hermosas costumbres
que por más que uno no quiera perseveran.

Sortijas de cobre: incestuosas quimeras.
Hay un flagrante acertijo en la penumbra.


martes, 13 de octubre de 2009

LA SACARINA

Dejaré el alcohol pero no las mujeres,
mi trabajo me costó ser llamado La Sacarina


Porque endulzo, pero no engordo, me prefieren;
porque si mientes dices que las quieres, si no
las condimentas.
Repletas de amor las dejas, queriendo más, y más
cada vez; más hambrientas de ti, sedientas, y luego
absueltas - por el oficio
de la serpiente. Cascabeleras, deslizan su voz
entre las sábanas: quieren que las quieras, y tú
las degustas, así, revolcándose, llenas
del santo pecado de Adán.

Qué de manzanas por saborear, lo juro; cuánto no haré
con ellas de indebido. Seré en su pecho un siervo herido,
y en el mío ardiente seré
como la cúspide del sol.

La primera vez hallé / en ellas la muerte más intensa,
el sinsabor de sus besos; la pleura que se desprende
cuando consigo
ser tul de piedra
justo en sus ojos.

Qué frío desliz. Lo siento, pero su muerte pequeña es,
yo me corrijo al taladrar sus piernas. Pues, aunque quiera,
ninguna es intrusa, ni puede serlo. Mejor se miran
desnudas de cualquier complejo, y yo
dejo quebrarse sus alaridos.

¡Ay, qué delicias! La una en su canción me dijo:
déjame hacerlo, no te detengas.
Y a la segunda yo susurré:
me quise romper por ti.

Ya en la tercera ocasión dejé / hacer a un lado
el protocolo; y aquella noche también morí,
mas qué de muecas logré sacarle.

De ahí en delante no supe de mí;
ya nunca más dudé en ahogarme
ni en esconderme bajo sus gestos.

Pues al final, amigos míos, sólo les cuento
que no debieran / perderse de situación así.
¿Y qué?
Lléguenles, anden, sin aspavientos, total
si son umbríos consigo mismos
¿qué más pueden perder?


...

martes, 6 de octubre de 2009

CIERTO

Cierto es, que los infiernos mudan
con la ternura del sol. Cierto, también,
que nos hemos olvidado
de la pureza más digna. Cierto,
hermano, que ante el vestigio
del verano antepasado
no hemos corrido
a detener su avance en la tolvanera.
Que la certeza del amor es tan risible
como las bromas que se enfundan
un aire de infamia
bajo los labios.

Cierto es, que los botones ejemplares
no inundan el mundo; que los colores
más primarios
son el punto final
de cada beso. Que en cada estrofa entrego
solamente lo cierto, lo inmundo, y no más
–en ocasiones un guión, a veces una coma–
ni contrahechizos, ni vituperios.

Cierto, que soy acuífero
en los vados de un hotel. Y lluevo, por desgracia,
tupido de redundancias y estribillos; ahogado
en sostenes y calzoncillos, que ni siquiera
me pertenecen. Cierto.


...

lunes, 5 de octubre de 2009

C A N C I Ó N … (de cuna sin Luna)


La brevedad del ocio – todavía no inclina
el ataúd del odio en la balanza
.”

En tus ojos se escabullen
presurosas las constelaciones. Remotos, fingimos
un dolor que nos apresa cada vez más. Hija mía, hermana
de la desolación, dime dónde resides al caer el sol,
dónde pudiera placear tu nombre. ¿Dónde, en mí,
en tu apoteosis? ¿Quién circunscribe
la levedad que nos ampara?
( Dónde se encuentra tu plenitud )
Seamos la llama, la gran perpetuidad del azul
que se conjuga en tu rostro
al ser la gota
que desvanece el dique.

Profunda, la mar se levanta. Difusa, la luz
desliza tus párpados al danzar.
Mi baile se regodea de ti, mis ámbares
sueñan
convertirse en un
fenómeno sobrenatural
para tu sien. Diamantes, de agua y ceniza,
son el reflejo –la sal– que escurre
atravesándonos lentamente. De pronto
surge un Delfín
para cundir el canto
de la inquietud
con su voz:
¿qué nos depara
la noche circunfleja?
–Querida–


Pero ahora di dónde, o dime quién fui,
la última noche que pasé en oriente
( Y digo: cielo ––Adieu, ma fille! )
“Descanse en paz.”


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