martes, 29 de septiembre de 2009

“sueña que es cuarzo”

Consiento los límites del no, los tergiverso.
Cuando una sola evolución ha conseguido desbocarnos.
Los armatostes del día no bastan para inscribir
en ellos un dueño
que siga siendo el pretérito de mi contusión
más inequívoca.

Sigo escuchando al chacal. Su aleta
nos des-
estabiliza
y entonces recurro al espejo para observar
una sola privación que no comprenda
lo inmenso de mi soledad. ¡No!
(Estás ebrio –me digo a mí mismo–.)

Las cataratas del mensajeo se ruborizan,
cual mi último escrito
trajo consigo una palabra incapaz de romper
el daimón del domingo. Charlo con el maestro
desde la pasada temporada.
–Cabe recalcarlo–.

Tengo inscritas las iniciales
de un programa de televisión
que veía cuando niño. Tengo una infección
desvestida
por la cuarentena de mis noches. (Repito
la brevedad del abismo congelado
por una aparición inconcebible.)

SOLAS
la hebras de mi caballo derogan
el intersticio de lo que quise esconder
hasta el día de ayer… mientras el hielo cruje despacio
bañando mis pies con su ceniza.


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