domingo, 27 de septiembre de 2009

MI CUERPO AJENO

“¿Y cómo quieres
llamarle a tu burdel?”
–me preguntó–
: Paty.

Será necesario extrañarnos,
echarnos de menos antes de recurrir
a la inmensidad del pez.
Qué cándida es su voracidad, es cierto,
sin embargo, no le apetece condescendernos con
la disección que atravesó la tierra
el santo día
de San Lucas.

Hundidos en una onda, lo batracios alimentan
la sequedad de mi cuerpo. Sagaces, impúdicos
serpentean sobre mis venas conduciendo
hasta el último resquicio de mí
su color,
cual si fuesen
un juego de serpentinas.

En mi boca,
bacterias.
En mi aliento, la lucha del aire contra el viento
atrae un sinfín de contradicciones.
La luna aparece en el firmamento, y yo
no estoy preparado para recibirle.

El cielo se pinta
como un despeñadero
(toda su luz boca arriba)
y yo rimo, pero no puedo rimar mi nombre,
no puedo
como la gracia de la eternidad,
cuando entonces aparece
un corazón de sal
que hace las veces
del arcoiris.



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