domingo, 25 de abril de 2010

DEL SONETO QUE NO PUDE ESCRIBIR

Desenvolviéndome, al silencio
lo dejé partir por la vereda.
Su cuerpo de humo
se fue disolviendo
en mi desliz
de humor, arena y nieve.

La consecuencia vino después
tal cual un niño fluorescente.
Crispado, el corazón sin ti
hizo despacio
cenizas de luz.


Creí sin remedio
que el sonido de tu voz
alejaría al demonio.
Creí verter en su aliento
la lucidez,
los ojos legañosos,
el tiempo vuelto fuego
finalmente, al unísono, todos
lograron encendernos.
Después vino la noche
con su laguna de sangre.


Hórrido es
este temblor que siento,
mi nombre carece de rostros
o cara alguna.
La sangre de nuevo
vuelve a esconderse,
son los inicios de ese mes
que nunca he conocido.


Dejé caer al sol al despertar,
miré su llanto ir por la vereda,
y quise darle un soplo de la mar,
mas él volvió
pistilo la noche,

y fue a parar, lo más inconsistente,
en donde Dios nos mira respirar
––en el vacío––
en donde todo surge de repente.

Anduve solo, árido y sin paz,
o desteñido, tórrido y presente.

Su luz, su edad, mi lírico acertijo
no se dejaron preñar por la verdad
ni desvistieron para sí
el ingrávido sonido
de la quietud amante
que me invade abiertamente.

(Juro, mi amor, que aun distante
jamás, ni antes, hubiese logrado
escucharte,
y tanto ruido.)


.

2 comentarios:

... dijo...

Has vuelto Poeta, al fin!
Siempre el ritmo y el equilibrado juego de palabras.
Me gusta mucho como escribes, desde hondura de las almas que aún no se acostumbran su rareza y su soledad.
Un abrazo!

Cybeles dijo...

Salió con otra firma... soy Cybeles de Rituales de la Verdad...
Besos!!